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«El chico y la garza» se ha alzado recientemente con el Premio Oscar a Mejor Película de Animación. Y, como era de esperar, muchos cines han aprovechado la ocasión para volver a proyectarla en sus salas. Es por este motivo que, servidor, ha podido disfrutar de la última película de Hayao Miyazaki en los cines.
Creo que si hay algo que caracteriza a las historias creadas por el cineasta japonés es que son un producto genuino. Son películas y personajes únicos, que solo Miyazaki podría haber hecho. Y, viendo este film, uno tiene la sensación de que está viendo la película más Miyazaki de Studio Ghibli.
De hecho, según he podido leer en la excelente nota de prensa de Vértigo Films, la distribuidora de la cinta en España, esta historia ―que está inspirada libremente en la novela de Genzaburo Yoshino titulada «Kimitachi wa Do Ikiruka», que literalmente significa “¿Cómo vives?”― bebe en algunos aspectos de la propia vida de Miyazaki.
¿De qué va «El chico y la garza»?
Mahito, un joven de 12 años, es El Chico. La garza, es una criatura mitad garza, mitad humano. La garza deambula por los jardines de la vivienda a la que acaba de llegar Mahito junto a su padre, después de haber perdido a su madre en un incendio. Allí se instala junto a su progenitor porque vive la hermana de su madre, Natsuko, que ahora será su madrasta.
Si ya es lo suficientemente duro perder haber perdido a su madre y llegar a un nuevo hogar, Mahito se siente además aislando en su nueva escuela. Igualmente tiene que soportar el inquietante comportamiento de la garza, que no para de molestarle.
Además, descubre una torre que está derruida cerca de la casa, que hizo su bisabuelo, y al que le advierten a Mahito que nunca debe entrar.
Sin embargo, un día su madrastra ha desaparecido y se adentra junto a la garza en el interior de la torre. Allí Mahito entrará en un nuevo mundo en el que se mezclan los vivos y los muertos. ¿Logrará salir de ahí junto con Natsuko?
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